Van a permitirme vuesas mercedes la licencia para relatarles la aventura acontecida en la víspera de la Natividad de Nuestro Señor, cuando un intrépido grupo de diez elegidos ascendieron sobre las sagradas piedras de la salmantina seo con el objeto de instalar el habitáculo provisional de la más emblemática rapaz que puebla los cielos de nuestra tierra, que no es otro que el halcón llamado peregrino.
Se dispusieron la decena de valientes a adentranse por angostos pasadizos y empinadas escalinatas, atravesaron el oscuro espacio entre bóveda y cubierta de la nave central cargados con los aperos y herramientas necesarias para la construcción del nidal siempre guiados por el licenciado Albertus, gran conocedor de las secretas rutas del interior del sagrado templo. Después de la fatigosa ascesión, una parte del equipo siguió ascendiendo hasta la base de la cúpula del cimborrio sobre el altar mayor, se trata de la brigada especializada en alturas formada por Maese Pepe y su fiel escudero D. Fernando.
El resto, tanto la cuadrilla de carga como las de apoyo y construcción se encaminaron por la techumbre hacia la base del cimborrio donde se procedió al montaje del artilugio entre Maese Miguel el constructor y Maese Lorenzo el montador. Una vez realizada esa tarea con las dificultades propias del espacio donde se encontraban, se procedió al izado hasta el balcón elegido, siempre con las precauciones necesrias para no dañar ninguna estructura de la joya arquitectónica en la que se encontraban.
El trabajo en la base estaba finalizado, sólo quedaba el afianzar el cajón para que inclemencias y vientos no derribasen la instalación. Siguiendo las instrucciones del Maese constructor, la brigada de altura fijó y afianzó el artefacto en su ubicación bajo el amparo de la sagrada cruz de la veleta.
Terminada la labor, el equipo de elegidos se dispuso a desandar sus pasos para volver al nivel del mundano suelo, abandonando los sagrados lugares. En el rápido descenso encontraron grandes grietas, sospecharon que el señor Pepe hubiese apretado demasiado los pernos de anclaje y hubiese desencajado las piedras y sillares de la catedral. Las sospechas resultaron no ser ciertas, las grietas las produjo el terrible terremoto de la víspera de Todos los Santos del año de Nuestro Señor de 1755 que destruyó la ciudad de Lisboa.
Este humilde cronista no puede terminar este pequeño relato sin nombrar a la totalidad de los aguerridos valientes que llevaron a cabo esta difícil empresa.
Brigada de Altura: Maese Pepe, Fernando su escudero fiel y Mª José que ejercía labores de enlace.
Equipo de Construcción: Maese Miguel el constructor y Maese Lorenzo el montador.
Cronistas y notarios del reino: D. Gonzalo y la Infanta Elena.
Guía: Licenciado Albertus.
Grupo de apoyo: los licenciados D. Pepe y Dña. Marisa.
Esta labor se llevó a cabo en la víspera de la Natividad del año de Nuestro Señor de 2012.