El fin de semana, para variar de tanta caja nido y bricolaje, me encaminé hacia el sur de la provincia de Salamanca y el norte de la de Cáceres, para hacer una ruta entre el municipio cacereño de La Garganta y la Dehesa de Candelario, ya en la provincia de Salamanca. El objetivo no era pajarear como es habitual sino disfrutar de los paisajes otoñales de la zona.
El día amenazaba lluvia, aunque no llovió, pero había llovido, por lo que la humedad estaba presente en cada rincón, los musgos y líquenes estaban pletóricos, así como todos los arroyos y escorrentías que llevaban agua en abundancia. La ruta va desgranando los distintos ambientes seleccionados por la altura, a groso modo empieza por castañares perlados de chopos y abedules, seguidos en el siguiente estrato de robles, para terminar en los escobares y peñascos en la coronación, de ahí hasta la dehesa de Candelario, cuesta abajo e invertimos las especies.
La zona de castaños convina a la perfección la paleta cromática, que va desde los verdes vivos de helechos y musgos hasta los marrones de la hojarasca que tapiza los caminos, pasando por todos los amarillos y ocres posibles en las hojas que aún permanecen en las ramas. A ello hay que sumarle que de cuando en cuando, a orillas de los regatos y arroyos, encontramos intercaladas pequeñas manchas de chopos con las hojas de un amarillo vivo que rompe el tono uniforme de los castaños.
Al sobrepasar las masas arbóreas, algunos recodos de la ruta nos permite contemplar magníficos valles donde se puede observar esa magnífica transición de colorido, con los pequeños publos blancos de tejados rojos y laderas inundadas por las nubes bajas donde el sol lucha para abrirse paso.
La llegada a la zona más alta de la ruta nos permitió sobrepasar las nubes y poder añadir el azul del cielo a la gama de colores utilizada hasta el momento, al igual que el gris de las peñas y zonas peladas de vegetación.
La llegada a la Dehesa de Candelario merecería un capitulo aparte, donde rendir tributo al rápido río Cuerpo de Hombre con el murmullo constante del agua saltando entre las peñas, y poder disfrutar del magnífico robledal salpicado de abedules, castaños o acebos. Dejo aquí una serie de fotografías de la zona de entrada a la Dehesa con el río como principal actor. Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, incluso las mejorables imágenes que realizo, que no son capaces mas que plasmar un poquito de la belleza real que puedes contemplar in situ, pero que sirve de base para fijar los recuerdos de una jornada inolvidable.
Las imágenes pueden captar un poco el colorido, pero son incapaces de plasmar otros aspectos esenciales del espíritu del lugar como es el sonido incansable del agua, el silencio circundante o el tímido trinar de algunos pajarillos, por lo que espero que esta entrada anime a alguien a disfrutar del otoño en las masas de caducifolios que se distribuyen de forma irregular en las sierras de nuestro país, recordando siempre una de las principales máximas: que no se note que hemos pasado por allí.
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